La fuerza en lo cotidiano (SUNO)

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Martes 19 de Agosto, 2025.

Como seres humanos, siempre hemos sentido la necesidad de tenderle la mano a quienes sufrían. En las comunidades primitivas, compartir alimento o cuidar de los enfermos no era un gesto de grandeza, sino una forma de asegurar la supervivencia de todos. Con los siglos, esas acciones espontáneas se convirtieron en prácticas más organizadas. En la Edad Media, hospitales impulsados por órdenes religiosas ofrecían techo y cuidados a viajeros, pobres y heridos de las guerras. Incluso en medio de la violencia, había quienes arriesgaban su vida para socorrer al caído sin importar a qué bando pertenecía.

El nacimiento de la Cruz Roja en el siglo XIX marcó un punto de inflexión. Inspirado por la visión de Henry Dunant tras la batalla de Solferino, el impulso de ayudar dejó de ser únicamente local o religioso, y se transformó en un movimiento internacional guiado por principios de neutralidad, imparcialidad y humanidad.

Con el paso del tiempo, este espíritu sembró la semilla para el surgimiento de múltiples organizaciones no gubernamentales. Muchas nacieron de grupos pequeños de voluntarios que respondían a crisis inmediatas: recolectaban alimentos, enviaban medicinas, levantaban refugios. Lo que empezó como iniciativas locales, con pocos recursos y mucha convicción, se transformó en redes internacionales capaces de coordinar esfuerzos en distintos continentes. La herencia de la asistencia humanitaria les dio principios éticos que las guiaron: no bastaba con entregar ayuda, había que hacerlo con respeto, sin discriminación, evitando que el socorro se usara como herramienta de poder.

La influencia no se limitó a las ONG. También alcanzó a las sociedades, que comenzaron a transformar su idea de solidaridad. Las imágenes de refugiados, de pueblos destruidos por la guerra o de comunidades devastadas por un huracán despertaron la necesidad de actuar en personas que nunca habían vivido esas tragedias de cerca. La ayuda dejó de percibirse como algo lejano: cualquier ciudadano podía participar donando, recolectando víveres, ofreciendo horas de voluntariado o compartiendo conocimientos. Lo que parecía un acto pequeño se convirtió en parte de una cadena que mostraba que la compasión podía viajar tan lejos como la necesidad lo exigiera.

Los gobiernos, por su parte, comprendieron que no podían permanecer indiferentes. La presión de la opinión pública y de los organismos internacionales los llevó a crear políticas y destinar recursos para emergencias globales. La asistencia humanitaria dejó de ser vista como un simple gesto de caridad y se consolidó como una obligación ligada a los derechos humanos y a la seguridad internacional. Aunque algunos intentaron usarla como moneda de cambio político, el escrutinio de la sociedad civil y de las ONG recordó una y otra vez que la ayuda pierde sentido cuando se condiciona.

Más allá de sus expresiones concretas, la asistencia humanitaria ha moldeado la identidad colectiva de la humanidad. Cada vez que una nación acude en apoyo de otra, se construye un lazo de reconocimiento que trasciende las fronteras. La ayuda transporta algo más que víveres o medicinas: lleva consigo relatos, encuentros y aprendizajes que dejan huellas en la memoria de las comunidades.

Hoy, justo cuando el mundo está marcado por crisis climáticas, migraciones masivas y conflictos prolongados, la asistencia humanitaria sigue recordándonos que, pese a las diferencias, todos compartimos la misma fragilidad. No somos islas aisladas: somos una familia extensa que ha aprendido, a lo largo de los siglos, que cuidar del otro es también una manera de preservarnos a nosotros mismos. En cada gesto de ayuda late la certeza de que la humanidad, en su esencia, se reconoce unida por la compasión.

La asistencia humanitaria, aunque ha marcado hitos de solidaridad en la historia, no ha estado libre de vulnerabilidades ni de sombras. En el caso de las ONG, la creciente demanda de presencia en todo tipo de crisis las ha expuesto a cuestionamientos sobre su transparencia y eficacia. Algunas, con recursos limitados, se han visto obligadas a priorizar ciertas emergencias sobre otras, dejando comunidades enteras en el olvido. En otras ocasiones, los fondos se han administrado con poca claridad, lo que ha generado desconfianza entre donantes y beneficiarios.

Incluso las autoridades han caído en la tentación de convertir la asistencia humanitaria en una herramienta política. En más de una ocasión, la ayuda ha sido condicionada a intereses estratégicos, a alianzas diplomáticas o a fines propagandísticos. La neutralidad, que debería ser el corazón de la asistencia, se ha visto manchada por la lógica del poder. Además, algunos Estados han cerrado sus fronteras a quienes buscan refugio, mientras al mismo tiempo envían ayuda a regiones lejanas para conservar prestigio internacional. Esa contradicción refleja cómo la compasión puede desvirtuarse cuando se somete a cálculos políticos.

En el nivel más íntimo, en el de los seres humanos individuales, también aparecen grietas. La solidaridad, que debería nacer de la empatía, en ocasiones se ve opacada por el ego. Hay quienes ayudan buscando reconocimiento, prestigio o una especie de consuelo personal más que un verdadero interés por aliviar el sufrimiento del otro. También existe la indiferencia: ante la avalancha de noticias sobre guerras, desastres y migraciones, muchas personas se han acostumbrado al dolor ajeno, lo miran como una imagen más en una pantalla y se aíslan para no sentir la carga emocional. Esa saturación de tragedias, paradójicamente, puede adormecer la sensibilidad.

Y estas vulnerabilidades nos recuerdan que la asistencia humanitaria, aunque necesaria, no es perfecta. Está hecha por instituciones y personas, y por lo tanto sujeta a errores, intereses y contradicciones. Pero también revelan que la humanidad sigue enfrentando un desafío constante: cómo dar sin quitar dignidad, cómo ayudar sin imponer, cómo aliviar sin convertir la ayuda en dependencia o negocio. En esas preguntas se encuentra la parte más compleja, y quizá más honesta, de lo que significa asistir al otro.

Como enfermera, entiendo lo que quiere decir la palabra asistencia, no es desconocida para mí ni en teoría ni en la práctica. Creo que se trata de un aumento a tus virtudes y un frescor cotidiano que adereza a la vida sentido y armonía. Creo que ayudar es una bendición, y qué mejor si lo haces con una guitarra y tomada de la mano de la persona a quien amas.

Esta es la canción que le pedí a SUNO:

"La Fuerza en lo Cotidiano"

Verso 1

En la esquina de mi calle, hay un hombre sin hogar,
le di un café, una charla, algo pa’ calentarlo al pasar.
No hace falta un gran viaje, ni cruzar el ancho mar,
la bondad que llevo dentro, siempre encuentra dónde estar.

Pre-coro

Es un paso, una mano, un latir,
un instante que cambia el sufrir.
No se trata de salvar el mundo entero,
sino de dar lo que tienes, sincero.

Coro

Es la ayuda que das sin pensar,
un abrazo que puede sanar.
En lo simple, en lo cotidiano,
se construye un mundo más humano.
No hace falta ser héroe ni volar,
la esperanza comienza al mirar.
Con un gesto, con un poco de amor,
la asistencia humanitaria es tu voz.

Verso 2

En el bus, una madre, con su niño sin parar,
le cedí mi asiento, vi su rostro descansar.
En el parque, un anciano, solo quiere conversar,
diez minutos de mi día, su silencio supe aliviar.

Pre-coro

Es un puente que une al dolor,
un refugio en medio del temor.
No se trata de grandes hazañas,
sino de abrir el corazón cada mañana.

Coro

Es la ayuda que das sin pensar,
un abrazo que puede sanar.
En lo simple, en lo cotidiano,
se construye un mundo más humano.
No hace falta ser héroe ni volar,
la esperanza comienza al mirar.
Con un gesto, con un poco de amor,
la asistencia humanitaria es tu voz.

Puente

No preciso un uniforme, ni un avión cruzando el cielo,
mi bandera es la empatía, mi arma es el consuelo.
Cada día es mi chance, de sembrar un nuevo amanecer,
la humanidad se teje, en las cosas que puedo hacer.

Coro (variación)

Es la ayuda que das sin pensar,
una chispa que enciende el hogar.
En lo simple, en lo cotidiano,
se levanta un mundo más humano.
No hace falta ser héroe ni volar,
la esperanza comienza al mirar.
Con un gesto, con un poco de amor,
la asistencia humanitaria es tu voz.

Outro

En la calle, en mi casa, en el eco de mi voz,
la ayuda que doy al otro, también me salva a mí, a los dos.
Es un latido que crece, un camino sin final,
la asistencia humanitaria, es lo que nos hace igual.

🎵 🎶 🎶 🎶 🎵 🎼 🎼 ♬ ♫ ♪ ♩

Esta fue una canción de Martes.

Gracias por pasarse a leer y escuchar un rato, amigas, amigos, amigues de BlurtMedia.

Que tengan un excelente día y que Dios los bendiga grandemente.

Saludines, camaradas "BlurtMedianenses"!!

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