Libre por un día (SUNO)
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Lunes 13 de octubre, 2025.
Hay días en que no solo porque exista una efeméride que lo recuerde, suelo practicar en la comodidad de mi habitación, generalmente cuando no voy a salir a ningún lado y en casa estamos solo mi mamá y yo porque ella me acompaña, me apoya en la misión de no usar brasier por lo menos durante todo ese espacio de 24 horas.
Nadie sabe con certeza quién fue la primera mujer que sintió la necesidad de sostener, cubrir o moldear su pecho, pero sí se sabe que desde hace milenios las mujeres han buscado formas de hacerlo. En la antigua Grecia, las atletas se envolvían el torso con tiras de tela llamadas apodesmos, más por funcionalidad que por pudor, mientras que en Roma se usaban bandas similares, aunque con un enfoque más estético. Durante siglos, la silueta femenina fue moldeada por corsés rígidos, hechos de ballenas, madera o metal, que apretaban el cuerpo hasta deformarlo en nombre de la elegancia.
Fue en el siglo XX cuando todo cambió. En 1914, Mary Phelps Jacob, una joven neoyorquina harta del corsé que arruinaba su vestido de noche, improvisó algo con dos pañuelos de seda y una cinta. Lo patentó como “backless brassiere”, y aunque no fue la primera en intentarlo, sí marcó un antes y un después. A partir de ahí, el brasier dejó de ser solo una prenda de contención para convertirse en un objeto de diseño, comodidad y, con el tiempo, de expresión personal.
Las décadas siguientes lo transformaron: en los años 20, con la moda flapper, se buscaba aplanar; en los 40 y 50, se exageraba la forma con copas puntiagudas; en los 60, el movimiento feminista lo cuestionó como símbolo de opresión; en los 80, se convirtió en arma de seducción con encajes y rellenos. Hoy, el brasier es tan diverso como las mujeres que lo usan: hay quienes lo eligen por sostén, otras por sensualidad, muchas por comodidad, y un número creciente que decide no usarlo en absoluto.
Más que una prenda, ha sido testigo silencioso de los cambios en la sociedad, en la forma en que las mujeres se ven a sí mismas y en cómo quieren ser vistas. Y aunque su diseño ha evolucionado con telas técnicas, costuras invisibles y formas ergonómicas, sigue siendo, en esencia, una respuesta íntima a una necesidad tan antigua como la humanidad misma.
Usar o no usar brasier en la vida diaria es una decisión profundamente personal, y como muchas cosas relacionadas con el cuerpo femenino, ha estado cargada de ideas preconcebidas que más dicen de la sociedad que de la anatomía. Algunas mujeres sienten que sin uno se mueven con más libertad, respiran mejor, duermen más cómodas o simplemente se sienten más ellas mismas. Otras, en cambio, encuentran en el brasier un aliado para el dolor de espalda, el soporte durante el ejercicio o incluso la confianza al vestir ciertas prendas. No hay una respuesta universal, porque los cuerpos no son iguales, ni las necesidades, ni los días.
Uno de los mitos más persistentes es que el brasier previene la caída de los senos. La verdad es que la ptosis mamaria —ese término técnico para lo que muchos llaman “caída”— depende principalmente de factores genéticos, el paso del tiempo, los embarazos, los cambios de peso y la gravedad. Usar o no usar sostén no detiene ese proceso natural. De hecho, algunos estudios sugieren que el uso constante de un brasier muy estructurado podría debilitar ligeramente los ligamentos que sostienen el pecho, porque el tejido se acostumbra a depender del soporte externo. Pero eso no significa que usarlo sea malo: simplemente, no es una solución mágica contra el envejecimiento.
Otro mito común es que dormir con brasier ayuda a mantener la forma del busto. En realidad, mientras se duerme, el cuerpo necesita descansar, y eso incluye a los tejidos mamarios. Dormir sin sostén permite una mejor circulación y evita marcas o irritaciones, sobre todo si el modelo es muy ajustado o tiene aros. Claro, si alguien se siente más cómoda usándolo —por ejemplo, durante la lactancia o por sensibilidad—, no hay problema, siempre que sea un modelo suave y sin presión.
También se ha dicho que no usar brasier causa dolor de espalda, pero la relación no es tan directa. En mujeres con busto grande, un buen sostén puede aliviar tensiones en hombros y espalda, sí, pero en bustos pequeños o medianos, el dolor suele tener otras causas: postura, estrés, ejercicio o incluso problemas musculares no relacionados. Por eso, lo ideal no es imponer una regla general, sino escuchar al propio cuerpo.
Lo que sí ha cambiado con los años es la presión social. Antes, no usar brasier era visto como descuidado o inapropiado, especialmente en espacios públicos. Hoy, muchas mujeres han recuperado el derecho a decidir sin juicios, y la industria ha respondido con diseños más inclusivos, desde tops deportivos hasta bralettes sin aros, pasando por opciones neutras en género o adaptadas a mastectomías.
Al final del día, el brasier no es ni obligación ni pecado. Es una herramienta, como cualquier otra prenda. Puede usarse por comodidad, por estética, por necesidad médica o por simple placer. Y también puede dejarse de lado, sin culpa ni explicaciones. Lo importante no es lo que se lleva puesto, sino que quien lo elige se sienta bien consigo misma.
Cada año, sin ruido de campañas publicitarias ni obligaciones sociales, llega un día en que muchas mujeres deciden, simplemente, no ponerse el brasier. No es una protesta, ni una moda pasajera, sino un gesto íntimo que se ha ido convirtiendo en un acto de conciencia corporal. El Día de No Usar Brasier —aunque no tiene una fecha oficial universal— nació en los años 90 como una provocación suave al puritanismo y a las normas invisibles que dictan cómo debe vestirse el cuerpo femenino. Pero con el tiempo, su significado se ha vuelto más personal, más cercano, más humano.
El objetivo principal ya no es solo cuestionar la mirada ajena, sino reconectar con uno mismo. Es un recordatorio silencioso de que el cuerpo no necesita estar moldeado, contenido o justificado para existir con dignidad. Para muchas, ese día se convierte en una pausa necesaria: una oportunidad para sentir la piel libre, para notar cómo respiran más hondo, para caminar sin la presión de un aro o una costura marcando la piel. No se trata de rechazar el brasier para siempre, sino de recordar que su uso —o su ausencia— puede ser una elección consciente, no una obligación impuesta por la costumbre, la vergüenza o el miedo al qué dirán.
En la vida de una mujer, este día puede ser un pequeño ritual de autocuidado, tan válido como una siesta, un baño largo o decir “no” sin explicaciones. Porque cuidarse también es permitirse la comodidad sin culpa, es escuchar lo que el cuerpo pide en lugar de lo que la sociedad espera. Algunas aprovechan ese día para revisar si sus prendas íntimas realmente les sirven, si duelen, si limitan, si ya no las representan. Otras simplemente disfrutan la sensación de ligereza, como si por unas horas se despojaran de una capa simbólica de exigencias.
Lo hermoso de esta práctica es que no exige nada: ni posturas radicales, ni discursos, ni uniformidad. Cada mujer lo vive a su manera. Para unas es político, para otras es íntimo; para muchas, simplemente es descanso. Y en un mundo donde el cuerpo femenino sigue siendo objeto de normas, miradas y juicios, ese descanso —por breve que sea— tiene un valor profundo. Porque al final, se trata de recordar, una vez al año o cada vez que se quiera, que el cuerpo es propio, y que cuidarlo también puede significar dejarlo libre.
Como ya casi se acaba el número de caracteres de la caja de información, les dejo con la canción que le pedí a SUNO, esperando que esta publicación les haya servido, no solo como entretenimiento, sino que les haya aportado un poco, una chispa de contenido que genera valor.
🎵 🎶 🎶 🎶 🎵 🎼 🎼 ♬ ♫ ♪ ♩
Esta fue una canción y reflexión de lunes.
Gracias por pasarse a leer y escuchar un rato, amigas, amigos, amigues de BlurtMedia.
Que tengan un excelente día y que Dios los bendiga grandemente.
Saludines, camaradas "BlurtMedianenses"!!
