No compartas las Mentiras (SUNO)
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Domingo 28 de septiembre, 2025.
La prensa escrita surgió como una de las primeras formas organizadas de difusión de información en la historia moderna. Sus orígenes se remontan a la invención de la imprenta por Johannes Gutenberg en el siglo XV, lo que permitió la reproducción masiva de textos y, con ello, la posibilidad de compartir noticias más allá de los círculos cercanos. Los primeros periódicos reconocibles aparecieron en Europa en el siglo XVII: en Alemania, el Relation aller Fürnemmen und gedenckwürdigen Historien, publicado en 1605, es considerado uno de los primeros ejemplares. Pronto, en países como Inglaterra, Francia y los Países Bajos, surgieron publicaciones periódicas que informaban sobre eventos políticos, comerciales y militares.
Durante los siglos siguientes, la prensa escrita se consolidó como un pilar de la opinión pública, especialmente en contextos de revolución y transformación social. En el siglo XVIII, periódicos como The Spectator en Inglaterra o Le Journal de Paris en Francia no solo transmitían hechos, sino que también moldeaban el debate político. Con el auge de la industrialización en el siglo XIX, la tecnología permitió impresiones más rápidas y baratas, lo que amplió el acceso a la información entre las clases medias y trabajadoras. Surgieron grandes diarios como The Times en Londres o Le Figaro en París, que combinaban reportajes, editoriales y publicidad, estableciendo un modelo que perduraría por décadas.
El siglo XX trajo consigo una revolución aún mayor con la llegada de la radio y, posteriormente, la televisión. La radio permitió la transmisión inmediata de noticias, especialmente durante conflictos como la Segunda Guerra Mundial, cuando los boletines informativos se convirtieron en una fuente vital para millones de personas. Pero fue la televisión la que transformó radicalmente la forma en que se consumía la información. A partir de los años 1950, los noticieros televisivos, con imágenes en movimiento y reporteros en el lugar de los hechos, ofrecieron una experiencia más inmersiva y emocional. En Estados Unidos, figuras como Edward R. Murrow o Walter Cronkite se convirtieron en voces de autoridad, mientras que en el Reino Unido, la BBC Television News sentó estándares de rigor y neutralidad que influyeron globalmente.
A lo largo del siglo XX, tanto la prensa escrita como la televisión coexistieron, a menudo complementándose. Los periódicos profundizaban en temas que los noticieros solo podían resumir, mientras que la televisión ofrecía inmediatez y alcance masivo. Sin embargo, con la llegada de internet a finales del siglo y su consolidación en el XXI, ambos medios enfrentaron desafíos sin precedentes. La velocidad de la información digital, las redes sociales y el auge del periodismo ciudadano transformaron nuevamente el panorama informativo, aunque los principios fundacionales del periodismo —verificación, contexto y responsabilidad— siguen siendo pilares en la labor de muchas organizaciones noticiosas, tanto tradicionales como emergentes.
El acceso a la información a través de las noticias de prensa ha sido históricamente considerado un pilar fundamental de las sociedades democráticas. Este acceso no solo responde a un derecho individual de los ciudadanos a estar informados, sino que también implica una serie de deberes tanto para quienes producen la información como para quienes la consumen. A nivel internacional, instrumentos como la Declaración Universal de los Derechos Humanos reconocen la libertad de opinión y de expresión, incluyendo el derecho a buscar, recibir y difundir informaciones e ideas por cualquier medio. En este marco, la prensa actúa como intermediaria esencial entre los hechos y el público.
Sin embargo, ese derecho al acceso a la información no es absoluto ni está desprovisto de responsabilidades. Los medios de comunicación tienen el deber de verificar la veracidad de lo que publican, proteger fuentes cuando es necesario para garantizar la libertad de expresión, y evitar la difusión de desinformación o contenido que pueda incitar al odio o poner en riesgo la seguridad de las personas. A su vez, los gobiernos tienen la obligación de garantizar la libertad de prensa, pero también pueden imponer límites razonables en casos excepcionales, como la protección de la privacidad, la seguridad nacional o la integridad de procesos judiciales, siempre que dichas restricciones sean proporcionales y no arbitrarias.
Por otro lado, los ciudadanos, como receptores de noticias, también tienen responsabilidades. Entre ellas, la de consumir información de fuentes confiables, contrastar versiones y ejercer un pensamiento crítico frente a lo que leen o ven. En una era marcada por la proliferación de contenidos digitales y la facilidad para compartir información sin verificación, este deber cobra una relevancia aún mayor. El acceso a la información de calidad no solo depende de la existencia de medios libres e independientes, sino también de una ciudadanía comprometida con el discernimiento y la responsabilidad en el uso de esa información.
En muchos países, leyes de transparencia y acceso a la información pública han reforzado este ecosistema, obligando a las instituciones estatales a rendir cuentas y facilitar datos relevantes para el escrutinio periodístico y ciudadano. No obstante, persisten desafíos: desde la concentración de medios en pocas manos hasta la censura encubierta o abierta, pasando por la precarización del oficio periodístico. Todo ello afecta directamente la capacidad de la sociedad para acceder a una información plural, veraz y oportuna, subrayando que el derecho a saber va siempre acompañado del deber de informar y de informarse con rigor.
La responsabilidad del periodismo en la investigación previa a la difusión de una noticia es uno de los cimientos éticos y profesionales del oficio. Antes de publicar o transmitir cualquier información, los periodistas tienen el deber de verificar sus fuentes, contrastar versiones, contextualizar los hechos y asegurarse de que lo que comunican responde a la verdad comprobable, no a rumores, especulaciones o intereses particulares. Esta labor de investigación rigurosa no solo protege la credibilidad del medio, sino que también salvaguarda el derecho del público a recibir información precisa. En casos de alta sensibilidad —como acusaciones penales, crisis humanitarias o asuntos de salud pública—, la exigencia de exactitud se vuelve aún más crítica, pues una información errónea puede causar daños irreparables a individuos, comunidades o procesos democráticos.
Al mismo tiempo, los gobiernos tienen una responsabilidad fundamental en garantizar que los ciudadanos tengan acceso libre, claro y transparente a la información pública. Esto implica no solo abstenerse de censurar o manipular los hechos, sino también adoptar políticas activas que promuevan la apertura de datos, la rendición de cuentas y la colaboración con los medios de comunicación. La transparencia gubernamental no es un favor, sino una obligación derivada del contrato democrático: los funcionarios públicos administran recursos y decisiones en nombre de la ciudadanía, y por tanto deben facilitar los mecanismos para que esta pueda supervisar su actuación. Las leyes de acceso a la información, cuando existen y se aplican con rigor, son herramientas esenciales para equilibrar el poder entre el Estado y la sociedad.
Sin embargo, en la práctica, esta relación entre periodismo y gobierno a menudo se tensiona. En algunos contextos, las autoridades restringen deliberadamente el flujo de información, clasifican documentos sin justificación suficiente, o incluso hostigan a periodistas que investigan temas incómodos. En otros, la información se entrega de forma selectiva, sesgada o con retrasos estratégicos que distorsionan la percepción pública. Estas prácticas socavan la capacidad de los medios para cumplir su función fiscalizadora y privan a los ciudadanos del conocimiento necesario para tomar decisiones informadas.
Un periodismo responsable y un gobierno transparente no son opuestos, sino complementos en un sistema democrático saludable. El primero depende del segundo para acceder a fuentes oficiales confiables; el segundo depende del primero para que su gestión sea comprendida, cuestionada y, en última instancia, legitimada por la ciudadanía. Cuando ambos actores cumplen con sus respectivas responsabilidades —el periodista investigando con integridad y el gobierno informando sin ocultamientos—, la sociedad entera se beneficia con un debate público más informado, justo y robusto.
Como ya casi se acaba el número de caracteres de la caja de información, les dejo con la canción que le pedí a SUNO, esperando que esta publicación les haya servido, no solo como entretenimiento, sino que les haya aportado un poco, una chispa de contenido que genera valor.
🎵 🎶 🎶 🎶 🎵 🎼 🎼 ♬ ♫ ♪ ♩
Esta fue una canción y reflexión de domingo.
Gracias por pasarse a leer y escuchar un rato, amigas, amigos, amigues de BlurtMedia.
Que tengan un excelente día y que Dios los bendiga grandemente.
Saludines, camaradas "BlurtMedianenses"!!
