Pulsos de tierra viva (SUNO)

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Martes 26 de agosto, 2025.

El domingo fue un día de compras porque mi mamá y yo teníamos que llenar las alacenas. Generalmente no lo hacemos en los supermercados, sino que cerca de la casa hay un mercadito, un "cucarachero", como le decimos en algunos lugares del país al lugar en donde venden de todo, desde una aguja hasta un elefante. La señora que es dueña de ese puesto ofrece todo tipo de vegetales y frutas. aparte de algunos lácteos artesanales porque tiene una granjita con vacas lecheras... todo bajo controles de calidad y también con certificados que le permiten vender esas cosas. De hecho, el queso y el yogur casi siempre se lo compramos a ella, y digo casi siempre porque a veces llegamos tarde y no avanzamos a comprar.

Disfruto mucho de ese tiempo escogiendo las cosas por las que voy a pagar, me gusta estar en ese lugar lleno de vida saludable y de vecindad porque ahí suelo encontrarme con amigos, vecinos, gente del barrio porque somos los clientes de la doña Laurita que tiene ese puesto desde hace más de 20 años.

Obviamente ella no vende de todo, y las cosas que faltan, como carnes, las compramos en el supermercado del centro de la ciudad y los pescados cuando tenemos ganas de un bocachico bien frito con patacones y titoté, los compramos en otro mercado, en donde los sábados y domigos llega un señor a vender todos los productos del mar que incluyen hasta cangrejos cuando no hay veda o prohibición. Todo muy limpio y muy fresco.

Siempre ando pensando en la creación de los mercados y la manera en cómo los podemos ayudar, pienso en esto incluso porque recuerdo con mucho cariño a los padres de una de mis compañeras del colegio que tenía un puesto en ese mismo mercado en el que compro los pescados o ciertos mariscos.

Y es que los mercados nacen como espacios abiertos donde las comunidades intercambian lo que producen: granos, telas, herramientas. Todo es trueque, un sistema simple pero limitado, porque depende de que alguien quiera lo que ofrezco. Con el dinero, las cosas cambian; un valor común agiliza el comercio.

A medida que las ciudades crecen, los mercados se expanden. Se instalan en plazas centrales o cerca de ríos, con mercaderes trayendo productos de lugares lejanos. Los gremios los organizan, garantizando pesas justas y calidad. Hay de todo: sedas exóticas, pescado fresco, herramientas. La gente se adapta, trayendo lo que el mercado pide, perfeccionando la negociación. Los mercados son el pulso de la vida urbana, reflejando la riqueza y las necesidades de cada comunidad.

Con mejores caminos y barcos, la variedad aumenta. Los mercados se especializan: algunos puestos venden solo telas, otros alimentos o herramientas. La competencia crece, y los vendedores aprenden a destacar con mejores presentaciones o precios. La gente se organiza; pequeños productores se unen para competir con grandes comerciantes, mientras los compradores buscan calidad al mejor costo.

Luego, los mercados evolucionan hacia espacios cerrados, más ordenados. Las tiendas permanentes reemplazan los puestos temporales. Surgen almacenes que ofrecen todo bajo un mismo techo, transformando la compra en una experiencia. Las familias pasean, comparan, eligen entre productos bien exhibidos. Los comerciantes usan carteles y promociones para atraer clientes, y la gente se adapta, disfrutando la comodidad de encontrar todo en un solo lugar.

Los supermercados imponen sus reglas. Exigen grandes volúmenes, entregas puntuales y productos perfectos en apariencia, presionando a los pequeños productores a trabajar más por menos. Si un agricultor no cumple con esos estándares, su cosecha es rechazada, dejándolo con pérdidas. Los ganaderos y pescadores enfrentan lo mismo: un precio fijo que no refleja el esfuerzo de criar animales o navegar jornadas agotadoras. Mientras tanto, los consumidores pagamos impuestos sobre esos productos inflados en la caja, sin saber que el verdadero costo recae en los que menos ganan.

Los minoristas, esos productores que venden directamente en mercados locales, no tienen permitido cobrar impuestos a sus clientes. Sin embargo, deben cumplir con obligaciones fiscales, pagando al gobierno por sus ingresos, sus tierras o su equipo, aunque sus márgenes sean mínimos. Los supermercados, en cambio, manejan economías de escala que les permiten absorber costos, negociar exenciones y maximizar ganancias. Esta desigualdad aplasta al pequeño comerciante, que no puede competir con los precios bajos que los gigantes ofrecen, aunque esos precios bajos escondan una explotación silenciosa.

La gente se adapta, como siempre. Algunos productores buscan cooperativas para negociar mejores condiciones, otros venden directamente a consumidores en mercados locales, intentando recuperar algo de control. Pero no es fácil. Los supermercados dominan la distribución, controlan la publicidad y moldean lo que los consumidores quieren. Mientras compro en estas tiendas por conveniencia, pienso en los agricultores que madrugan, los ganaderos que cuidan su rebaño, los pescadores que enfrentan el mar. Ellos sostienen la cadena alimentaria, pero el sistema los empuja a los márgenes, atrapados entre precios injustos y obligaciones que no perdonan.

Los grandes supermercados transforman las comunidades locales, y mientras camino por sus pasillos, reflexiono sobre cómo afectan a los pequeños productores y al tejido social. Estos gigantes comerciales ofrecen conveniencia y precios bajos, atrayendo a los consumidores con productos variados y accesibles. Pero este modelo tiene un costo oculto para las comunidades. Los agricultores, ganaderos y pescadores locales, que dependen de vender sus productos en mercados tradicionales, enfrentan una competencia desigual. Los supermercados compran a precios tan bajos que los productores apenas cubren sus gastos, forzándolos a reducir calidad, recortar costos o abandonar su oficio. Esto debilita la economía local, porque el dinero que antes circulaba entre productores y compradores del pueblo ahora se concentra en las ganancias de las grandes cadenas.

Las comunidades también pierden identidad. Los mercados locales, con sus puestos llenos de productos frescos y conversaciones entre vecinos, son espacios de conexión humana. Allí, los pequeños comerciantes conocen a sus clientes, ajustan precios según la necesidad y ofrecen productos únicos, ligados a la tierra y las tradiciones. Los supermercados, con su uniformidad, reemplazan esa diversidad por estanterías estandarizadas, donde los productos locales a menudo no tienen cabida. La gente se adapta, comprando en estos gigantes por conveniencia, pero el vínculo con los productores se desvanece, y con él, parte de la cultura comunitaria.

Además, los supermercados generan empleo, pero no siempre beneficia a la comunidad como parece. Los trabajos que ofrecen suelen ser mal remunerados, con horarios rígidos y poca estabilidad, mientras que los pequeños comerciantes, al cerrar, despiden a sus pocos empleados o trabajan solos hasta quebrar. La dependencia de los supermercados también drena recursos: las ganancias no se reinvierten en la localidad, sino que viajan a sedes corporativas lejanas. Los impuestos que los consumidores pagamos en la caja engordan las arcas de las cadenas, mientras los productores locales enfrentan cargas fiscales sin poder trasladarlas a sus precios.

Sin embargo, las comunidades resisten. Algunos productores se organizan en cooperativas, venden directamente a consumidores o buscan mercados alternativos, como ferias orgánicas. Los compradores, cada vez más conscientes, empiezan a valorar lo local, apoyando a los pequeños comerciantes para mantener viva la economía y la identidad del lugar. Pero la lucha es desigual. Mientras elijo entre productos importados en un supermercado, pienso en cómo cada compra influye en el destino de los productores locales, que pelean por sobrevivir en un sistema que favorece a los grandes y desafía la esencia de la comunidad.

Como ya casi se acaba el número de caracteres de la caja de información, les dejo con la canción que le pedí a SUNO, esperando que esta publicación les haya servido, no solo como entretenimiento, sino que les haya aportado un poco, una chispa de contenido que genera valor.

🎵 🎶 🎶 🎶 🎵 🎼 🎼 ♬ ♫ ♪ ♩

Esta fue una canción y reflexión de martes.

Gracias por pasarse a leer y escuchar un rato, amigas, amigos, amigues de BlurtMedia.

Que tengan un excelente día y que Dios los bendiga grandemente.

Saludines, camaradas "BlurtMedianenses"!!

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